CENTRO DE INFORMACIÓN Y ESTUDIOS ECONÓMICOS

COLECCIÓN DE APUNTES DE ECONOMÍA Y FINANZAS

 

HISTORIA DEL SISTEMA MONETARIO INTERNACIONAL

Por: Alejandro Gómez Tamez

(SEGUNDA PARTE)

 

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El retorno hacia el patrón-oro

Los Estados Unidos volvieron al patrón oro en 1919. A principios de los años veinte, algunos países suspiraban, cada vez más, por la relativa estabilidad financiera de la era del patrón-oro.  En 1922, en una conferencia en Génova, Italia,  un grupo de países, que incluía a Gran Bretaña, Francia, Italia y Japón, acordaron la vuelta al patrón-oro y la cooperación entre bancos centrales para alcanzar los objetivos internos y externos.  Dándose cuenta de que la oferta de oro podía resultar inadecuada para satisfacer las necesidades de reservas internacionales, la conferencia de Génova propuso un patrón de cambios-oro parcial, en el que los países más pequeños pudieran mantener como reservas las monedas de los países grandes cuyas reservas internacionales consistirían únicamente en oro.

 

En 1925, Gran Bretaña volvió al sistema de patrón-oro, estableciendo una equivalencia igual a la de antes de la guerra.  Su ministro de Hacienda, Winston Churchill, un adalid de la vuelta a la antigua paridad, argüía que cualquier desviación respecto al precio del periodo de la preguerra podría socavar la confianza mundial en la estabilidad de las instituciones financieras británicas, que habían desempeñado el liderazgo en las finanzas internacionales durante la época del patrón-oro.  Aunque el nivel de precios de Gran Bretaña había estado cayendo desde la guerra, en 1925 todavía era más elevado que en la época del patrón-oro de la preguerra. Para retornar el precio de la libra de oro a su nivel anterior, el Banco de Inglaterra se vio obligado a aplicar políticas monetarias restrictivas, que contribuyeron a crear un fuerte desempleo.

 

La depresión que acompañó el retorno al patrón-oro en Gran Bretaña había sido pronosticada por Keynes y otros, pero tenía precedentes. Con más de un siglo de anterioridad, el retorno de Gran Bretaña al patrón-oro con la paridad que prevalecía antes de las guerras napoleónicas había originado también  una recesión sostenida y profunda. En ambos casos, la vuelta a un tipo de cambio, que había quedado obsoleto por los aumentos de precios ocurridos durante la guerra, representaron una reevaluación de la libra frente a las otras monedas, cosa que desvió la demanda hacia los productos no británicos.

 

El estancamiento de Gran Bretaña en los años veinte, aceleró la decadencia de Londres como centro financiero líder en el mundo.  El debilitamiento económico de Gran Bretaña resultó un problema para la estabilidad del restaurado patrón-oro.  En línea con las recomendaciones de la conferencia de Génova, muchos países mantenían reservas en forma de libras depositadas en Londres. Sin embargo, las reservas británicas de oro eran limitadas y el persistente estancamiento económico del país no contribuía a inspirar confianza en su capacidad de hacer frente a sus obligaciones exteriores.  El comienzo de la Gran Depresión en 1929, fue acompañado de bancarrotas bancarias en todo el mundo.  Gran Bretaña se vio obligada a abandonar el oro en 1931, cuando los tenedores internacionales de libras (incluyendo varios bancos centrales) perdieron la confianza en el compromiso de mantener el valor de la moneda y comenzaron a convertir sus depósitos de libras en oro.

 

La desintegración económica internacional

Durante la depresión, muchos países renunciaron a sus compromisos del patrón-oro y permitieron que sus monedas flotaran en los mercados de divisas. Los Estados Unidos abandonaron el patrón-oro en 1933 pero volvieron a él en 1934, después de bajar el precio del dólar en oro desde 20.67 dólares a 35 dólares la onza. Otros países volvieron también a una cierta forma de patrón-oro tras una devaluación.  Estas “depreciaciones competitivas” fueron emprendidas por los países con la esperanza de conservar el oro y cambiar la demanda mundial hacia sus productos. Sin embargo, estas se anularon en gran parte unas a otras, y ello únicamente contribuyó a aliviar los problemas de desempleo, en la medida que los mayores precios monetarios del oro estimularon la oferta monetaria mundial.

 

Un daño económico aún mayor fue ocasionado por las restricciones en el comercio y en los pagos internacionales, que proliferaron en ese momento debido a que los países desanimaron las importaciones y se esforzaron en mantener la demanda del propio país.  El arancel Smoot-Hawley impuesto por los Estados Unidos en 1930 tuvo un efecto muy perjudicial sobre el empleo de los otros países.  La respuesta de éstos al arancel estadounidense, incluyó contramedidas comerciales restrictivas y acuerdos preferenciales entre grupos de países.

 

La incertidumbre sobre las políticas gubernamentales, condujo a fuertes movimientos de reservas en los países que mantenían tipos de cambio fijos y a fuertes variaciones en los tipos de cambio en aquellos otros que tenían tipos de cambio flotantes.  Muchos países se valieron de prohibiciones en las transacciones privadas de capital para reducir los efectos de la evolución de los mercados de divisas.  Algunos países también utilizaron medidas administrativas, o tipos de cambio múltiples para asignar sus escasas reservas internacionales a las distintas necesidades.  Las barreras arancelarias y la deflación en las economías industrializadas de América y Europa, condujeron a una gran repudiación de deudas internacionales, particularmente en los países iberoamericanos, cuyos mercados de exportación estaban desapareciendo.  En resumen, a comienzos de los años treinta, la economía mundial se fue desintegrado cada vez mas en unidades nacionales autarquicas.

 

La depreciación de la moneda, al igual que la política arancelaria, se conoce con el nombre de política de empobrecimiento del vecino cuando beneficia al país que la práctica, sólo en la medida en que empeora las condiciones económicas de los otros países.  Estas políticas de empobrecer al vecino durante la Gran Depresión provocaron, de modo inevitable las represalias de los otros países y con frecuencia conducían a los países a situaciones finales peores.

 

Las fuertes turbulencias continuaron en los mercados mundiales hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial en 1939,  pese a algunos movimientos limitados en favor de una cooperación económica internacional, a finales de los años treinta. A la vista de la gran recesión existente, muchos países habían resuelto su elección entre equilibrio interno y externo mediante el recorte de sus vínculos comerciales con el resto del mundo y mediante la eliminación, por decreto, de la posibilidad de cualquier tipo de desequilibrio externo significativo.  Pero este camino, al reducir las ganancias del comercio exterior, supuso un alto costo para la economía mundial y contribuyó a disminuir el ritmo de la recuperación, que todavía no se había producido en muchos países en 1939.  Todos los países hubieran estado en una situación económica mejor en un mundo con comercio internacional más libre, suponiendo que la cooperación internacional hubiera permitido que cada país preservara su equilibrio externo y su estabilidad financiera sin sacrificar los objetivos internos de su política. Fue la comprensión de este fenómeno lo que inspiró el diseño del sistema monetario internacional de la posguerra, el acuerdo de Bretton Woods.

 

El sistema de Brettón Woods y el Fondo Monetario Internacional

En julio de 1944, los representantes de cuarenta y cuatro países se reunieron en Bretton  Woods, New Hampshire, para redactar y firmar los artículos del acuerdo del Fondo Monetario Internacional (FMI). A pesar de que continuaba la guerra, los estadistas de los países aliados estaban preocupados por las necesidades económicas del mundo de la posguerra.  Recordando los desastrosos acontecimientos económicos del periodo de entreguerras, confiaban en diseñar un sistema monetario internacional que pudiera llegar a promover el pleno empleo y la estabilidad de los precios, a la vez que permitiera a cada país conseguir el equilibrio externo sin imponer restricciones al comercio internacional.

 

El sistema creado en Bretton Woods establecía unos tipos de cambio fijos en relación al dólar y un precio invariable del dólar en oro, 35 dólares la onza.

 

Los países miembros mantenían sus reservas principalmente en forma de oro o dólares, y tenían el derecho de vender sus dólares a la Reserva Federal a cambio de oro al precio oficial. El sistema era, pues, de patrón de cambio-oro, en el que el dólar era la principal moneda de reserva.  En la terminología, el dólar es la “moneda enésima”, en términos de la cual se definían los tipos de cambio de las restantes N-1 monedas.  Los propios Estados Unidos raramente intervinieron en el mercado de cambios.  Generalmente, los otros N-1 bancos centrales intervenían cuando era necesario realinear los tipos de cambio entre sus monedas, mientras que los Estados Unidos eran los responsables, en teoría, de mantener fijo el valor del dólar frente al oro.

 

Objetivos y estructura del FMI

Los artículos del acuerdo del FMI estaban  fuertemente influidos por la experiencia acumulada entre las dos guerras mundiales sobre la inestabilidad financiera y del nivel de precios, el desempleo y la desintegración económica internacional. Los artículos del acuerdo intentaban evitar una repetición de esos hechos mediante una mezcla de disciplina y flexibilidad.

 

La disciplina más importante en temas monetarios, fue la obligación de que los tipos de cambio fueran fijos respecto del dólar, el cual, a su vez, lo sería respecto del oro. Si un banco central, distinto de la Reserva Federal, llevaba a cabo una excesiva expansión monetaria, perdería sus reservas internacionales y, al final, sería incapaz de mantener la paridad de su moneda frente al dólar.  Dado que un gran crecimiento monetario en los Estados Unidos conduciría a la acumulación de dólares por parte de los bancos centrales de los otros países, la misma Reserva Federal restringiría su expansión monetaria a causa de la obligación de respaldar los nuevos dólares por oro.  El precio oficial de la onza de oro a 35 dólares servía como último freno a la política monetaria estadounidense, dado que ese precio aumentaría si se crearan demasiados dólares. En cualquier caso, los tipos de cambio fijo se consideraban un recurso para imponer la disciplina monetaria en el sistema. De manera acertada o no, la experiencia de entreguerras había convencido a los artífices del FMI de que los tipos de cambio flotantes eran una causa de inestabilidad especulativa y que perjudicaban el comercio internacional.

 

La experiencia de entreguerras, también había demostrado que los países no estarían dispuestos a mantener el libre comercio y los tipos de cambio fijos a costa de desempleo nacional a largo plazo. Después de la experiencia de la Gran Depresión, los países se sentían responsables del mantenimiento del pleno empleo. Así que el acuerdo del FMI incorporó la flexibilidad suficiente como para permitir que los países consiguieran su equilibrio externo de una manera ordenada, sin sacrificar los objetivos internos o el tipo de cambio fijo.

 

Dos características importantes de los artículos del acuerdo del FMI permitieron la flexibilidad en el ajuste externo:

 

1.- La posibilidad de prestar dinero del FMI. El FMI estaba dispuesto a prestar divisas a sus miembros para ayudarles a salir del bache durante los periodos en los que sus cuentas corrientes estuviesen en déficit, y en los que una política de ajuste monetario o fiscal hubiese tenido un efecto perjudicial sobre el empleo nacional. Un fondo común de oro y divisas, aportado por los países miembros, proporcionaba al FMI los recursos necesarios para llevar a cabo estas operaciones de préstamo.

 

¿Cómo funcionaban los préstamos del FMI? Cuando un nuevo país entraba a formar parte del fondo, se le asignaba una cuota que determinaba tanto su contribución al fondo común de reservas como su derecho a utilizar los recursos del FMI.  Cada miembro aportaba una cantidad de oro de valor igual a un cuarto de su cuota.  Las restantes tres cuartas partes correspondían a aportaciones en su propia moneda nacional.  Cualquier miembro estaba autorizado a utilizar su propia moneda para comprar, temporalmente, oro o divisas en una cuantía igual a su aportación en oro.  Se podían pedir prestados más oro y divisas (por encima de ese límite), pero sólo bajo el control estricto de las políticas macroeconómicas del prestatario por parte del fondo.  El nombre de ese control sobre las políticas de los países miembros, que eran fuertemente prestatarios de los recursos del fondo, era el de condicionalidad del FMI.

 

2.- Paridades ajustables.  A pesar de que los tipos de cambio de cada país eran fijos, podían cambiarse -devaluarse o revaluarse respecto del dólar- si el FMI estaba de acuerdo en que la balanza de pagos del país estaba en una situación de “desequilibrio fundamental”.  El término “desequilibrio fundamental” no estaba definido en los artículos del acuerdo, pero con eso se quería decir que se apoyaría a los países que sufrieran cambios internacionales permanentemente adversos en la demanda de sus productos.  Sin una devaluación, un país en esa situación experimentaría un mayor desempleo y un mayor déficit en su cuenta corriente hasta que el nivel de precios interno cayera lo suficiente como para reinstaurar el equilibrio interno y externo.  Devaluar, en cambio, podría mejorar simultáneamente el empleo y la cuanta corriente, evitando un largo y doloroso proceso de ajuste durante el cual las reservas internacionales podrían agotarse.  Recordando la experiencia británica de la sobrevaloracion de su moneda a partir de 1925, los fundadores del FMI incorporaron la flexibilidad (con la esperanza de que no fuera utilizada muy a menudo) de variar los tipos de cambio.  Esta flexibilidad estaba prohibida, sin embargo, a la “moneda enésima” del sistema de Bretton Woods, esto es, al dólar de los Estados Unidos.

 

La convertibilidad

Así como la aceptabilidad general de la moneda nacional elimina los costos del trueque dentro de una economía, el uso de las monedas nacionales en el comercio internacional hace que la economía mundial funcione más eficientemente.  Para promover el comercio multilateral, los artículos del acuerdo del FMI instaban a sus miembros a hacer convertibles sus monedas nacionales lo más pronto posible.  Una moneda es convertible si puede ser usada libremente en transacciones internacionales por ciudadanos de cualquier país.  El dólar estadounidense y el canadiense se hicieron convertibles en 1945.  Esto significaba que un residente canadiense que adquiriese dólares de los Estados Unidos, los podía usar para hacer compras en los Estados Unidos o podía venderlos al Banco de Canadá, el cual, a su vez, tenía el derecho de venderlos a la Reserva Federal a cambio de oro (a un tipo de cambio fijo dólar / oro). La no convertibilidad general haría extremadamente difícil el comercio internacional.  Por ejemplo, un ciudadano francés podía ser reacio a vender productos a un ciudadano alemán a cambio de marcos no convertibles, porque estos marcos sólo podrían ser usados de acuerdo con las restricciones impuestas por el gobierno alemán.  Sin un mercado de francos no convertibles, al ciudadano alemán le sería imposible obtener moneda francesa para pagar los productos franceses. La única manera de comerciar sería, en este caso, a través del trueque, es decir, del intercambio directo de productos por productos.

 

Los artículos del FMI exigían la convertibilidad sólo respecto a los movimientos de la cuenta corriente: se permitía explícitamente a los países restringir las transacciones de capital, siempre que permitieran el libre uso de sus monedas en las transacciones registradas en la cuenta corriente. La experiencia de 1918 a 1939 había llevado a los gestores de la política económica a ver a los movimientos de capital privado como un factor esencial de la inestabilidad económica, y temían que los movimientos especulativos de hot money entre las fronteras nacionales pudiesen sabotear su objetivo de libre comercio basado en los tipos de cambio fijos.

 

Al insistir en la convertibilidad de solo las transacciones corrientes, los diseñadores del sistema de Bretton Woods esperaban facilitar el libre comercio, al mismo tiempo que evitaban la posibilidad de que los flujos de capital privados pudieran endurecer las restricciones externas, a las que se enfrentaban los administradores de la economía.

 

La mayoría de los países europeos no reinstauraron la convertibilidad hasta finales de 1958, siguiéndoles Japón en 1964.  Alemania también permitió la convertibilidad de buena parte de sus movimientos de capital en 1958 a pesar de que esto no era necesario de acuerdo con los postulados del FMI.  Antes de esa fecha, la Unión Europea de Pagos había funcionado como banco de compensación de las monedas europeas no convertibles, realizando algunas de las funciones de un mercado de divisas y facilitando, de esa manera, el comercio intraeuropeo.  La Gran Bretaña había hecho un “primer intento de convertibilidad” en 1947, pero tuvo que retirarse ante las grandes pérdidas de reservas internacionales.

 

La temprana convertibilidad del dólar estadounidense, junto con su posición especial dentro del sistema de Bretton Woods, hizo que fuese la moneda clave de la posguerra mundial.  Debido a que los dólares eran libremente convertibles, gran parte del comercio internacional se hacia con dólares y exportadores e importadores mantenían dólares en sus cuentas para transacciones.  Efectivamente, el dólar se convirtió en moneda internacional  -medio de cambio universal, unidad de cuenta y deposito de valor.  También contribuyó a que el dólar fuera la moneda dominante, la fortaleza de la economía estadounidense en relación con las devastadas economías de Europa y Japón: los dólares eran atractivos porque con ellos podían comprar muchos bienes y servicios, que sólo los Estados Unidos estaban en disposición de ofrecer y los bancos centrales, naturalmente, encontraron ventajoso mantener sus reservas internacionales en forma de activos rentables en dólares.

 

El equilibrio interno y externo bajo el sistema de Bretton Woods

¿Cómo conseguía el sistema monetario internacional creado en Bretton Woods, que sus miembros reconciliasen sus compromisos externos con los objetivos internos del pleno empleo y la estabilidad de los precios? A medida que la economía mundial se desarrollaba en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, el significado de “equilibrio externo” cambió y los conflictos entre los objetivos internos y los externos amenazaron cada vez más el sistema de tipos de cambio fijos.  El particular problema del equilibrio externo de los Estados Unidos, como consecuencia de ser el emisor de la principal moneda de reserva, fue la preocupación mas importante que indujo a propuestas de reforma del sistema.

 

El significado cambiante del concepto de equilibrio externo

Durante la primera década del sistema de Bretton Woods, muchos países tuvieron déficit en su cuenta corriente como consecuencia de la reconstrucción de sus economías después de la guerra.  Dado que el principal problema externo de estos países, tomados en conjunto, era conseguir suficientes dólares para financiar las compras necesarias a los Estados Unidos, estos años se llaman a menudo el periodo de la “escasez de dólares”.  Los Estados Unidos ayudaron a superar esa escasez a través del Plan Marshall, un programa de donación de dólares desde los Estados Unidos a los países europeos, que se inició en 1948.

 

Individualmente, cada país con déficit global en su cuenta corriente se veía limitado por la dificultad de pedir prestadas divisas, en un entorno de transacciones de capital fuertemente restringido.  Con la prácticamente inexistente movilidad de capitales privados, los desequilibrios de la cuenta corriente tenían que ser financiados, casi enteramente, a través de movimientos de reservas oficiales y préstamos gubernamentales.  (El déficit de la cuenta corriente es igual a la suma de los superávit habidos en la cuanta de capital, tanto privados como oficiales.) Sin el acceso al crédito exterior, los países sólo podían tener déficit en la cuenta corriente si sus bancos centrales reducían sus reservas de divisas.  Los bancos centrales eran reacios a la caída de sus reservas, porque de esta manera su capacidad de fijar el tipo de cambio podía verse en peligro.

 

El restablecimiento de la convertibilidad en 1958 comenzó a cambiar gradualmente la naturaleza de las restricciones externas de los gestores de la política económica.  A medida que se expandía el intercambio de monedas extranjeras, los mercados financieros de los diferentes países se volvían cada vez más integrados -un paso importante hacia la creación del actual mercado de divisas mundial-. Con las crecientes oportunidades para mover los fondos a través de las fronteras, los tipos de interés nacionales se relacionaron entre si más estrechamente, y la velocidad con la que los cambios de política económica podían dar lugar a que un país ganara o perdiera reservas internacionales se vio aumentada.  Después de 1958, y durante 15 años de forma cada vez más importante, los bancos centrales tuvieron que prestar una mayor atención a las condiciones financieras del exterior, o se arriesgaban a tener pérdidas de reservas imprevistas, que podían dejarlos sin los recursos necesarios para mantener fijos los tipos de cambio.  Enfrentado a un aumento súbito de los tipos de interés extranjeros, por ejemplo, un banco central se vería forzado a vender activos nacionales y aumentar el tipo de interés nacional para mantener estables sus reservas internacionales.

 

La reinstauración de la convertibilidad no tuvo como consecuencia una inmediata y completa integración financiera internacional, como se suponía en el modelo del tipo de cambio fijo.  Por el contrario, la mayoría de los países continuaron manteniendo restricciones sobre las transacciones de capital, como vimos anteriormente.  Pero las oportunidades de disfrazar los flujos de capital aumentaron dramáticamente.  Por ejemplo, los importadores de un país podían comprar activos internacionales adelantando los pagos a los proveedores extranjeros, antes de recibir el envió de los productos y podían pedir prestado de los proveedores extranjeros retrasando los pagos.  Estas prácticas comerciales conocidas, respectivamente como “adelantos” y “atrasos” (leads and lags) fueron dos de las muchas maneras a través de que las barreras oficiales a los movimientos de capital privado podían eludirse.  A pesar de que la condición de la igualdad de los tipos de interés internacionales no se mantuvo de una manera exacta, las relaciones de los tipos de interés entre países fueron cada vez más importantes a medida que el sistema de Bretton  Woods se consolidaba.

 

Los flujos de capital especulativo y las crisis

Con las nuevas condiciones de movilidad creciente de los capitales privados, los déficit y los superávit de la balanza por cuenta corriente se volvieron más importantes.  Un país con un déficit grande y persistente en su cuenta corriente podía estar en una situación de “desequilibrio fundamental” según los artículos del acuerdo del FMI y, como resultado de ello, estar maduro para devaluar su moneda. La sospecha de una devaluación inminente podía, a su vez, causar una crisis en su balanza de pagos.

 

Cualquiera que mantuviese depósitos en libras durante una devaluación de la libra, por ejemplo, sufriría una pérdida, dado que el valor de los activos en libras disminuiría de repente en el montante de la variación del tipo de cambio.  Si la Gran Bretaña tuviese un déficit en su cuenta corriente, los poseedores de libras se pondrían nerviosos y cambiarían su riqueza a otras monedas. Para mantener el tipo de cambio de la libra frente al dólar, el Banco de Inglaterra debería comprar libras y suministrar los activos extranjeros que los participantes en el mercado desearan poseer.  Esta pérdida de reservas exteriores, si era suficientemente grande podía forzar a una devaluación al dejar al Banco de Inglaterra sin reservas suficientes para mantener el tipo de cambio.

 

De manera similar, países con grandes superávit en su cuenta corriente, eran vistos por el mercado como candidatos a la revaluación.  En este caso, sus bancos centrales se verían desbordados por las reservas oficiales resultado de vender la moneda nacional en el mercado de divisas para evitar su apreciación. Un país en esta posición se enfrenta al problema de tener un crecimiento incontrolable de su oferta monetaria, situación que podría empujar al alza el nivel de precios y alterar el equilibrio interno.

 

Las crisis de las balanzas de pagos se hicieron más frecuentes y más fuertes durante los años sesenta y comienzos de los setenta.  Un record en el déficit de la balanza comercial británica a principios de 1964, condujo a un periodo de especulación intermitente contra la libra que complicó la política económica británica hasta noviembre de 1967, cuando la libra fue finalmente devaluada.  Francia devaluó el franco y Alemania revaluó el marco en 1969, después de ataques especulativos similares.  Estas crisis se convirtieron en tan importantes a principios de los setenta que, de hecho, colapsaron la estructura de tipos de cambio fijos de Bretton Woods. Los acontecimientos que condujeron al colapso del sistema los veremos más adelante en este mismo apartado.

 

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La hiperinflación alemana

El episodio más destacado en cuanto inflación del periodo de entre guerras fue la hiperinflación alemana, durante la cual el índice de precios de Alemania creció desde un nivel de 262 en enero de 1919 a un nivel de 126,160,000,000,000 en diciembre  de 1923, lo que representa ¡un factor multiplicador de 481.5 miles de millones!. El tratado de Versalles de después de la Primera Guerra Mundial, impuso a Alemania una pesada carga en cuanto a pagos por reparaciones de guerra a los aliados. En lugar de aumentar los impuestos para hacer frente a esos pagos, el gobierno alemán hizo funcionar sus maquinas de imprimir billetes. La inflación se aceleró dramáticamente en enero de 1923 cuando Francia, tomando como excusa el retraso en el cumplimiento de los acuerdos de Versalles, envió sus tropas al corazón de la zona industrial de Alemania, el Ruhr.  Los trabajadores alemanes fueron a la huelga para protestar por la ocupación francesa, y el gobierno alemán respaldó esta actuación emitiendo más dinero para poder pagarles.  En un año, el nivel de precios se multiplicó por 452,998,200. En esas condiciones, la gente no deseaba tener dinero alemán por lo que éste se volvió prácticamente inútil.

 

La hiperinflación terminó hacia finales de 1923, cuando Alemania llevó a cabo una reforma monetaria, obtuvo un cierto alivio en sus gravosas reparaciones y se orientó hacia un presupuesto publico equilibrado.

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