Artículos editoriales |
Fecha: 13/09/08 |
La independencia de México Alejandro Gómez Tamez*
En unos días estaremos celebrando como cada año el Aniversario de la Independencia Nacional. Seguramente será una fecha en la que la pasaremos bien recordando y honrando a los Héroes que nos dieron Patria. Pero a 198 años del comienzo de la lucha independentista, en el marco de un mundo globalizado, es conveniente reflexionar acerca de la verdadera independencia de nuestro país.
Sí bien es cierto que ahora en día vivimos en un mundo interdependiente, donde lo que le pasa a un país le afecta a los demás, es necesario ponderar que tanta dependencia económica del exterior tiene México en la actualidad.
Antes de hacer un diagnóstico para México, debemos señalar que la dependencia económica entre las naciones puede darse de distintas formas: por la concentración de exportaciones hacía un determinado mercado, por la necesidad de atracción de inversión extranjera (tanto directa, como de cartera), o bien porque algunos elementos de la política económica son dictados desde el exterior.
Para el caso de México ha quedado claro que hemos tenido y seguimos teniendo una muy elevada dependencia del sector exportador, ya que las exportaciones en el 2007 representaron el 32.9 por ciento del PIB (mientras que para Estados Unidos representan apenas poco más del 10 por ciento). Por su parte del total de exportaciones mexicanas, hay una excesiva concentración hacía Estados Unidos, ya que en el año 2007, el 82.07 por ciento de nuestras ventas al exterior fueron hacía nuestro vecino del norte, y de acuerdo a diversos analistas y autoridades gubernamentales, esta elevada dependencia con la nación más poderosa del mundo es en parte responsable del presente “atorón” económico.
En otras palabras: Estados Unidos está atravesando tiempos difíciles, lo que implica que los consumidores de dicho país están gastando menos (prefieren pagar sus deudas y créditos hipotecarios antes que consumir como antes). Esto se traduce en una demanda de bienes y servicios débil y por lo tanto las empresas comercializadoras americanas no aumentan sus pedidos a empresas mexicanas como lo venían haciendo.
Y si a esto le sumamos la situación de “fortaleza” relativa del peso por la política monetaria restrictiva del Banco de México, pues entonces tenemos parte de la explicación del por que si excluimos las exportaciones de petróleo, nuestras ventas a Estados Unidos están creciendo en el primer semestre de 2008 a una tasa de 7.5 por ciento, mientras que el total de exportaciones no petroleras crece a una tasa de 11.1 por ciento.
Así, derivado de esta dependencia, la rama manufacturera de México se ha visto seriamente afectada, e inclusive ha tenido que recortar su producción en algunos meses. Esto se confirma al observar que en los meses de marzo, mayo y junio (dato más reciente) de este año el Indicador Global de Actividad Económica (IGAE) en su componente de actividades secundarias ha mostrado caídas. Por su parte, el indicador de actividad industrial en su componente de industrias manufactureras creció apenas 0.5 por ciento en mayo y 1 por ciento en junio de este año.
La otra forma de dependencia económica de la que hablamos se origina por la necesidad de atraer inversión. Sabemos que la inversión básicamente puede ser de dos tipos: la de cartera y la directa. La de cartera es aquella financiera que llega al país para invertirse en Cetes, en la bolsa de valores, en bonos empresariales, entre otros instrumentos financieros. Este tipo de inversión es necesaria para México, ya que gracias a ella podemos financiar nuestros déficits en la cuenta corriente de la balanza de pagos.
México es un país que importa más de lo que exporta, además tiene que pagar elevadas sumas de dólares por concepto de intereses sobre la deuda externa. Además tiene que pagar muchos dólares a los extranjeros que invierten en Cetes y después de ganarse un jugoso premio deciden sacar sus dólares del país para invertirlos en algún otro lado. Así pues, nuestro país se ve forzado a atraer un flujo constante de dólares que le permitan hacer frente a esta serie de compromisos con el exterior.
Se espera que este año el déficit de cuenta corriente alcance casi los 8 mil millones de dólares, mientras que el déficit en la balanza comercial sea de unos 9 mil 200 millones de dólares. Así, si queremos tener equilibrio en el mercado de divisas, es necesario atraer esa cantidad de dólares. Y pues ésta es también una de las causas de las elevadas tasas de interés por parte del Banco de México, a quién le ha gustado “anclar” la inflación al tipo de cambio sin importarle cuanto afecta a la planta productiva nacional.
En cuanto a la inversión directa o física, la dependencia de México con el exterior es inmensa y alarmante. Según datos de 2005 de la Asociación Nacional de Importadores y Exportadores de la República Mexicana (ANIERM), de las 35 mil empresas exportadoras del país, 566 (8%) son las que más exportan y de ésas, 85% son filiales de empresas transnacionales. Por su parte, cabe señalar que en algunos estudios, como el de Leticia Campos, analista del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, se señala que en México el 95 por ciento de la actividad económica esta en manos de empresas transnacionales.
Sí los datos de esta investigadora son ciertos hay que estar muy preocupados. De entrada las cifras parecen exageradas, pero no podemos negar que las empresas transnacionales están en todos los ámbitos de la vida del país: en los bancos, servicios, manufacturas, comercio, entretenimiento, etc.
Estas empresas transnacionales han venido al país para explotar las oportunidades de negocios que México les ofrece, y generalmente esto es bueno para los consumidores porque ahora hay más variedad. Sin embargo, la llegada de todas estas empresas transnacionales ha significado el desplazamiento de la producción por parte de empresas nacionales. No deseo parecer como un nacionalista empedernido, pero sí es preocupante que ahora en día la mayor parte de las utilidades que generan los negocios en México vaya a parar a manos de extranjeros, ya que al final de cuentas ellos son los dueños de una gran cantidad de empresas grandes en el país.
Por último, en relación a la influencia que ejercen agentes exteriores sobre la política monetaria, podemos comentar que la política monetaria en nuestro país es fuertemente influenciada por los banqueros de inversión como JP Morgan. El pasado 10 de septiembre, en una entrevista con CNN, un funcionario de dicho banco de inversión señaló que los bancos centrales de los países latinoamericanos elevaron sus tasas de interés para controlar la inflación y que probablemente los seguirán elevando, salvo por Colombia y México, quienes ya no lo harán por la desaceleración económica que están atravesando. En este punto cabe destacar que estos banqueros de inversión se contradicen en la práctica, ya que en sus países de origen (como Estados Unidos) piden que bajen las tasas de interés, pero en los países en desarrollo exigen que las tasas sean considerablemente más elevadas para invertir sus capitales.
Por su parte, debemos recoger lo dicho por el Secretario de Hacienda, Agustín Carstens, en el sentido de que si México quiere disminuir la pobreza, necesita aumentar la productividad. Esto es cierto, ¿Pero como vamos a aumentar nuestra productividad con tan elevadas tasas de interés, si éstas incrementan los costos financieros e inhiben el consumo? Así, cuando vemos que el pasado mes julio tuvimos un déficit en la balanza comercial de mil 79 millones de dólares, pues este déficit en buena medida se debe a nuestra falta de productividad.
Así pues, vemos que en materia económica México ha dejado de ser un país independiente. De hecho, en todo el mundo no hay países independientes en materia económica, pero sí hay países que son más dueños de su destino que México. Entonces, ¿Qué independencia celebramos?
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