Artículos editoriales

Fecha: 16/02/14

El gobierno se premia por gastar y se castiga por ahorrar

Alejandro Gómez Tamez*

 

En alguna ocasión un político de la “vieja guardia” me dijo que un gobernante que se gasta el dinero en cosas que no son necesarias es un político tonto, pero un gobernante que tiene que regresar los recursos al erario por no habérselos gastado es aún más tonto.

 

Y pues ésta parece ser una frase muy apegada a la realidad, ya que desde hace muchos años el criterio de asignación de recursos entre dependencias y entidades del gobierno federal está fuertemente influenciado por la idea de “para que me pides más recursos si el año pasado no pudiste ejercer los que te di”, o bien por el “dame más recursos porque con lo que me diste el año pasado no me alcanzó”. 

 

El no basar la asignación de recursos de un presupuesto federal limitado en criterios estrictos de cumplimiento de metas que tengan un claro impacto económico y social, aunado a los conceptos señalados en el párrafo anterior, generan despilfarro en muchas áreas del gobierno federal; ya que la consigna es ejercer todo el presupuesto anual, aunque los recursos no sean gastados en lo que genere mayor beneficio para las familias y empresas. Y es que si no se ejerce la totalidad del presupuesto lo más seguro es que para el siguiente ejercicio fiscal a dicha secretaría o dependencia le den menos presupuesto que el año anterior (y a nadie le gusta parecer un tonto).

 

Es por esta razón que nunca vemos a un secretario de estado o titular de dependencia federal  diciendo cerca de finalizar el año: “aquí están los recursos que me sobraron, preferí no gastarlos que despilfarrarlos. Mejor dénselos a otra dependencia que los requiera más”. Y también es raro ver que una dependencia federal pida menos recursos respecto al anterior. La consigna es siempre tener más presupuesto para tener más poder.

 

Esto es muy importante ya que con esta óptica jamás habrá recurso que alcance. Cabe recordar que en el Presupuesto de Egresos de la Federación para el 2014 se establece que el gasto neto total previsto para el gobierno federal es de $4.467 billones de pesos y corresponde al total de los ingresos aprobados en la Ley de Ingresos. Esta es la cantidad más alta de la historia, y sin embargo pues no alcanza para cubrir todas las “necesidades” gubernamentales.

 

Es una realidad que al gobierno federal le gustaría podernos cobrar más impuestos y derechos, hasta llevar la recaudación fiscal como porcentaje del PIB a un nivel similar al de otras naciones miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). De acuerdo con la propia OCDE y la CEPAL, los ingresos tributarios de México en 2012 (incluido Pemex) representaron el 19.6% del PIB, mientras que el promedio de las naciones de la OCDE fue de 34.0%.

 

Es verdad que desde enero de este año el Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, anunció que se firmaría un Pacto Fiscal por parte del gobierno federal y líderes de las cúpulas empresariales a nivel nacional, en el cual se plasmaría el compromiso de que en los siguientes tres años no habrá alza de impuestos. ¿Pero de qué sirve el amarrar al gobierno durante tres años si el problema de fondo no se resuelve? Es una realidad que hay dependencias como el Instituto Nacional del Emprendedor y Proméxico que requieren más recursos para apoyar empresas, pero por otra parte tenemos un Instituto Federal Electoral (ahora Instituto Nacional de Elecciones) que recibirá este año 11,833 millones de pesos, muchos de los cuales se repartirán entre partidos políticos. Y de igual forma, podemos señalar que el gasto programable total de la Secretaría de Economía será este año de 21,183 millones de pesos, mientras que la Cámara de Diputados tiene un presupuesto de 6,795 millones de pesos.

 

¿Sabía usted que para el ejercicio 2014 hay un presupuesto aprobado de 37,702 millones de pesos etiquetados para la adaptación y mitigación de los efectos del cambio climático? Habrá que ver que cuentas nos dan el año entrante en este rubro.

 

Como estos ejemplos podemos señalar decenas, pero al final de cuentas lo que vemos al analizar con todo detalle el Presupuesto de Egresos de la Federación es que los recursos están mal repartidos entre dependencias que si trabajan y otras que no tanto. Y de igual forma, vemos que la decisión de a quién se le da más y a quién menos también está en función de la cercanía de la dependencia con los grandes actores de la política nacional.  

 

También se debe señalar que existen dependencias federales que no sabemos que hacen; o bien que sus resultados no justifican los recursos que reciben, pero año con año se les dan más recursos porque siempre ejercen su presupuesto del año anterior y pasan desapercibidas en la negociación de todo el paquete presupuestal.

 

La falta de resultados palpables de diversas dependencias, así como la ineficiencia y el despilfarro son una ofensa para el pueblo y las empresas, quienes están teniendo enormes dificultades económicas este inicio de año por el alza en los impuestos que entró en vigor el 1 de enero de 2014.

 

Como ya lo señalé, la solución no es establecer un Pacto Fiscal que limite el alza de impuestos por los próximos tres años, para que pasando las elecciones de 2015 nos vuelvan a recetar más aumentos impositivos. Lo que se requiere es que el gobierno gaste bien lo que recauda y premie el ahorro que puedan generar las dependencias que se vuelvan más eficientes.

 

Y en este sentido también juegan un papel los medios de comunicación, quienes deben de abstenerse de criticar a las dependencias que tengan subejercicios presupuestales generados de eficiencias y ahorros. No se le debe ver mal al político que no ejerce la totalidad de su presupuesto para que sea destinado a otra dependencia que puede generar mayores impactos sociales y económicos.

 

Desde luego que la Cámara de Diputados tiene la última palabra al revisar, modificar y aprobar la propuesta del Ejecutivo Federal en materia de Presupuesto de Egresos. Los diputados deben exigir metas cuantificables y verificables de todas las entidades de gobierno federal a la hora de aprobar presupuestos, y desde luego que deben implementar mecanismos que premien los ahorros que las dependencias generen.

 

Quiero hacer énfasis en que no se trata de que los ahorros de las dependencias se traduzcan en bonos de productividad para la burocracia, porque esto a su vez genera incentivos perversos para que los burócratas dejen de hacer las cosas con tal de ahorrar y obtener un premio económico para ellos mismos. De lo que se trata es que verdaderamente el dinero escaso se destine al fin de mayor beneficio para México y que esto se haga a través de la eficiencia del gobierno que se traduzca en ahorros de recursos. El gobierno federal y el Legislativo deben cuidar los incentivos que dan a las dependencias si quieren que el dinero les alcance en los próximos tres años en los que aparentemente no habrá más alzas de impuestos.

 

Director General GAEAP*

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