Reporte del Economist Intelligence Unit (EIU) publicado por el periódico La Jornada el 4 de marzo de 2014:

 

Japón: el dilema nuclear

 

Desde el devastador tsunami de marzo de 2011 y la subsecuente fundición de reactores en la planta nuclear de Daiichi en Fukushima, la pregunta de si Japón abandonará la energía nuclear ha quedado sin respuesta. La energía nuclear continúa siendo impopular, pero los costos de importar y quemar más combustibles fósiles pueden volverse demasiado onerosos para los hogares, las empresas y la economía del país. Muchos gobiernos locales se inclinan por permitir la reactivación de plantas por razones económicas, y parece posible que empiece a ocurrir este mismo año. Pero tan delicado es el asunto, que el proceso podría tardar mucho más de lo planeado.

 

En septiembre de 2013 se apagaron para revisiones de seguridad los únicos dos reactores que aún proporcionaban energía, de modo que ya ninguno de los 48 que estaban en condiciones de operar quedó en funcionamiento. Antes del desastre de Fukushima la energía nuclear satisfacía 30 por ciento de la demanda japonesa, y había el plan de elevarla a 50 por ciento hacia 2030. Hoy el Ministerio de Economía, Comercio e Industria rescribe ese Plan Básico de Energía en un ambiente político y económico dramáticamente diferente. Se supone que el plan recibirá la aprobación del gabinete en las próximas semanas, pero aún no hay una pista sobre en qué proporción la electricidad será generada por plantas nucleares.

 

La elección de Tokio

Es sumamente improbable que el plan rechace del todo la energía nuclear. El gobierno publicó en diciembre un anteproyecto que elogiaba la energía nuclear como una importante fuente de energía para consumo básico, es decir, para atender las necesidades primordiales de una comunidad. Al mismo tiempo, notables grupos comerciales presionan por la reactivación de las plantas, arguyendo que los altos costos de los energéticos perjudican a las empresas. El tema se ha politizado: a principios de febrero el candidato a la gubernatura de Tokio por el oficialista Partido Liberal Demócrata, Yoichi Masuzoe, derrotó al independiente Morihiro Hosokawa, quien había hecho campaña con una plataforma antinuclear.

 

El resultado no necesariamente se puede ver como un referendo sobre energía nuclear. Para empezar, el voto opositor se dividió entre Hosokawa y otro candidato antinuclear, Kenji Utsonomiya. La participación en urnas fue muy baja, pues hubo una fuerte nevada en la capital el día de la elección (9 de febrero) y, en todo caso, las encuestas indicaban que los electores dieron más importancia a otros factores, como la economía, la atención a la salud y la seguridad social.

 

Aun así, muchos interpretaron el resultado como una fuerte derrota de los antinucleares, pese a que las encuestas muestran de modo consistente que la opinión pública en general está en contra de la energía nuclear. En un sondeo realizado en enero por la agencia de noticias Kyodo, 60.2 por ciento del público se opuso a la reactivación de plantas, contra sólo 31.6 a favor. Lo que sugiere la elección en Tokio, sin embargo, es que el bando nuclear tiene menos poder de convocatoria hoy que en los meses siguientes al desastre de Fukushima, cuando cientos de miles de personas tomaron las calles para exigir un Japón libre de energía nuclear. Hoy, las constantes protestas fuera de la residencia del primer ministro sólo congregan un puñado de personas.

 

Apoyo local

No es sorprendente que los residentes de Tokio estén entre los japoneses menos comprometidos con el tema, o más bien, más alineados con Masuzoe en el objetivo de desechar la energía nuclear en un futuro indeterminado, pero permitir por ahora las reactivaciones a falta de algo mejor. Aunque la Compañía de Energía Eléctrica de Tokio (Tepco) es responsable de la catástrofe en Fukushima, la reactivación de la energía nuclear no es un tema tan crítico en la capital como en otras comunidades. Sólo dos de los 16 reactores cuya reactivación se ha solicitado tienen la capacidad de suministrar electricidad a Tokio, y la capital en sí no tendrá voz en esa decisión. En el país, comunidades con mayores riesgos tendrán mayor participación.

 

Salvo algunas excepciones de alto nivel (como el gobernador de Niigata, Hirohiko Izumida, quien ha expresado su oposición a la idea), es probable que estas comunidades se inclinen por permitir las reactivaciones por razones económicas. Las plantas nucleares están ubicadas a menudo en regiones remotas, muchas de las cuales dependen de los ingresos por impuestos relacionados con la energía nuclear y por subsidios. También, las plantas generan una parte importante del empleo local.

 

Otro problema es que muchas compañías energéticas de Japón están en problemas económicos. Los costos fijos de mantener plantas nucleares siguen siendo una carga importante y se volverán insostenibles si las empresas siguen sin poder vender la electricidad generada por ellas. Los precios de la electricidad en el país están entre los más altos del mundo, y de no ser por un alza significativa o más rescates –opciones ambas que no atraen al gobierno–, reactivar las plantas nucleares parece la única opción.

 

¿Es necesaria para Japón?

Los problemas de las compañías japonesas de electricidad, y de la economía del país en su conjunto, derivan de depender por completo de hidrocarburos importados en un momento en que la moneda se debilita. En ausencia de la electricidad generada por plantas nucleares, la cuenta por energéticos importados se ha elevado en forma dramática, y el déficit comercial ha alcanzado un récord de 11.5 billones de yenes (1.1 billones de dólares) en 2013, el doble de 2012.

 

Muchas compañías energéticas han trasladado las alzas a los consumidores, ya sea con ajustes automáticos de precio o con alzas programadas, que requieren autorización oficial. Las cámaras empresariales se quejan de los costos, en particular para las pequeñas empresas. Entre tanto, los precios de la electricidad residencial han subido un promedio de 15 por ciento de marzo de 2011 a la fecha; en Tokio, 27 por ciento. Algunas empresas han dicho que reactivar los reactores nucleares podría ayudar a reducir tarifas. Tepco ha advertido que deberá aplicar otro 10 por ciento de aumento este año si los reactores de Kashiwazaki-Kariwa no se vuelven a encender.

 

Por último, Japón debe soportar el costo ambiental de quemar más combustibles fósiles. En noviembre de 2013 el gabinete anunció una meta muy recortada de reducción de gases de efecto invernadero, con respecto al compromiso adoptado en 2009 de reducirlos en 25 por ciento con respecto a los niveles de 1990 antes de 2020. Ahora prevé reducirlos sólo 3.8 por ciento en comparación con los niveles de 2005 antes de esa misma fecha límite. Ese modesto objetivo sugiere que la energía nuclear no volverá con rapidez.

 

Lento proceso

De hecho, si bien parece que se reactivarán algunas plantas, no es probable que vuelvan nunca a aportar la misma cantidad de energía que alguna vez generaron en Japón. Aparte de las cuestiones políticas, hay consideraciones prácticas. La Autoridad de Regulación Nuclear (ARN), organismo creado en 2012, a raíz del desastre en Fukushima, realiza actualmente rigurosas revisiones en los reactores cuya reactivación se ha solicitado. Y aun si la ARN da el visto bueno, es probable que se requiera aprobación final de las autoridades locales.

 

Con todo, el argumento económico a favor de reabrir más reactores será muy poderoso. Por ello EIU prevé una reactivación lenta y cautelosa de los reactores en los próximos años, aunque la proporción de electricidad producida por ellos de aquí a 2020 será considerablemente menor que antes del desastre de Fukushima. Pronosticamos que la electricidad total generada por plantas nucleares se eleve de un mínimo de 8 mil 761 gigavatios en 2013 (sólo 0.8 por ciento de la generación total del país en ese año) a 76 mil 210 (6.8 por ciento) en 2020.

 

Traducción de textos: Jorge Anaya

Derechos: Economist Intelligence Unit  en asociación con INFOESTRATÉGICA www.infoestrategica.com

 

 


 



 

 


 



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