Artículos editoriales |
Fecha: 10/07/09 |
La oportunidad para el nuevo Congreso Alejandro Gómez Tamez*
En días recientes, las autoridades del gobierno federal han dado diversas muestras de optimismo sobre la situación económica que se presentará en el corto plazo. Por una parte, tenemos que el 7 de julio el presidente Felipe Calderón señaló que la creación de 20 mil empleos durante junio, la recuperación del sector turismo y la exitosa colocación de deuda por parte de algunas empresas mexicanas son algunas señales de que lo peor de la crisis podría haber pasado.
Por otra parte, el Secretario de Hacienda, Agustín Carstens, aseguró esta semana que con la misma fuerza con que se desplomó la economía nacional la primera mitad del año, “la economía mexicana tendrá una recuperación más o menos rápida en los siguientes meses, en la medida que se revierta el ciclo recesivo en Estados Unidos”. Y además señaló que la economía nacional podría “fácilmente” crecer cerca de 3 por ciento en 2010, después de haber caído entre un 6 y 8 por ciento en 2009.
En relación a esto podemos preguntarnos si hay algún otro indicador que sustente el optimismo del Presidente de la República y del Secretario de Hacienda. En este sentido tenemos el INEGI acaba de publicar que el Indicador Adelantado (cuya función es la de anticipar la posible trayectoria de la economía mexicana) creció 2.1 por ciento en abril de este año respecto a marzo pasado. Este es un dato revelador e importante porque es el mayor crecimiento mensual en esta variable desde marzo de 2004.
La evolución del Indicador Adelantado podría sustentar que la recuperación económica podría ya no estar tan lejana. Cabe señalar que la evolución favorable en esta variable obedece a un desempeño favorable del tipo de cambio real, del Índice de la Bolsa Mexicana de Valores en términos reales, del Índice de Horas Trabajadas en el Sector Manufacturero, del Precio del Petróleo Crudo Mexicano de Exportación, de la Tasa de Interés Interbancaria de Equilibrio al registrar una disminución en dicho mes, y del Índice de Volumen Físico de la Producción de la Construcción.
Sin embargo, en relación a estas “buenas noticias” hay voces discordantes, las cuales de nueva cuenta provienen del Banco de México (Banxico). Y es que el instituto central envió señales pesimistas (o para muchos, tal vez simplemente más realistas) a través del subgobernador José Sidaoui, quién adelantó que el PIB cayó 10 por ciento en el segundo trimestre y anticipó que la recuperación económica que pudiera darse hacía 2010 va a ser “lenta” y sin la fuerza suficiente para volver a crear el número de empleos que se requieren.
Lo dicho por Sidaoui está sustentado en la creencia de que el sector consumo nacional tardará en recuperarse, toda vez que el crédito continuará restringido; además de que la recuperación de la demanda externa será gradual; además de que habrá mayor competencia entre las diversas economías por los mercados para exportación que primero se recuperen.
Así pues, tenemos que el debate económico ha estado girando en torno a esto en las últimas semanas. ¿Ya tocamos fondo en la crisis? ¿Lo peor aun está por llegar o ya quedó atrás? ¿Qué podemos hacer para salir más rápido de esta situación? En fin, las preguntas que se han lanzado son interminables, y es que efectivamente hay datos sobre la evolución económica contradictorios, los cuales por una parte dan muestra de que las cosas comienzan a componerse, pero hay otros que nos indican que los problemas fuertes perdurarán por lo menos de aquí hasta fin de año.
En relación a la posible recuperación económica, un punto que es importante y que se ha comentado mucho es el de la alta dependencia que tiene México respecto a la economía estadounidense. Parece que estamos simplemente esperando a que nuestro vecino del norte se recupere para ver si así nosotros comenzamos a crecer una vez más. Los diputados que van de salida así nos lo demostraron, ya que en ningún momento nos mostraron con hechos que hubiera intención de sacar adelante las reformas estructurales (laboral, hacendaria, energética y económica -promotora de exportaciones-) que requiere nuestro país para ya no depender tanto de Estados Unidos, y ser verdaderamente competitivos en el contexto económico internacional actual.
Esta actitud de estar esperando a ver que pasa con Estados Unidos es una realidad nacional que debe quedar atrás. Y es que ahora en día es cierto que no hay ningún paquete de políticas gubernamentales que pueda funcionar debido a la alta dependencia que tenemos con la economía estadounidense. Por eso insistimos una y otra vez en la necesidad de avanzar en las reformas estructurales que el país requiere. También hemos señalado que es una irresponsabilidad de algunos políticos que a pesar de que estamos viviendo nuestra peor recesión en ocho décadas, no se hayan aprobado ya verdaderas medidas para el fortalecimiento económico nacional, y nos hemos preguntado, ¿si no se dieron los cambios en medio de la peor caída de la producción en la historia moderna de México, entonces cuando se van a dar?
Al país le urge competitividad que se traduzca en crecimiento económico y empleos. Y en este mismo sentido de la competitividad, cabe señalar que es muy lamentable haber escuchado a Agustín Carstens esta semana diciendo que en los próximos días el Ejecutivo Federal enviará a la Cámara de Diputados su proyecto de iniciativa para una nueva reforma fiscal que contempla incrementar impuestos y que se le autorice al gobierno federal un mayor endeudamiento.
¿Creen que elevando impuestos y endeudando más a país vamos a crecer más rápido y a crear empleos? Al contrario, el alza de impuestos es algo que se debe impedir a toda costa, ya que son medidas que nos hundirán más en la mediocridad y nos restaran competitividad. Hemos insistido en que México debe disminuir su gasto corriente y destinar más recursos al gasto en infraestructura. Históricamente hemos visto que en la medida en que aumentan los recursos públicos, también se ha incrementado el gasto improductivo. El gobierno debe preocuparse por ser eficiente como los empresarios nos preocupamos también por serlo. Y en todo caso, si se desean mayores recursos fiscales, pues que estos provengan de cobrarle impuestos a quienes no pagan, y no más a los que ya estamos pagando.
Así pues, el nuevo Congreso debe tener bien claro que el principal reto de la economía mexicana es retornar a la senda del crecimiento promoviendo mayor competencia y flexibilidad, fortaleciendo las finanzas públicas y fomentando un incremento en la producción manufacturera en los sectores de mayor valor agregado. Las reformas estructurales deben ser la prioridad, ya que hay naciones que están en un proceso continuo de transformación, y nosotros no hemos tenido ninguna reforma sustancial en materia económica en más de una década.
Director general GAEAP* alejandro@gaeap.com
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