Artículos editoriales |
Fecha: 31/08/09 |
Estados Unidos de salida, México todavía muy adentro Alejandro Gómez Tamez*
La economía de los Estados Unidos parece que está próxima a salir de su fase recesiva. El 31 de julio se informó que el valor total de la producción de bienes y servicios que produce (PIB) cayó únicamente -1 por ciento durante el segundo trimestre del año. Este dato contrasta ampliamente con la caída de -6.4 por ciento que observó en el primer trimestre de este año. Así pues, en Estados Unidos la creencia casi generalizada es que la recuperación está próxima.
De hecho la publicación de este dato del PIB estadounidense provocó que el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) informara en un reporte que la fuerte caída de la economía estadounidense parece estar llegando a su fin dado que la confianza en la estabilidad económica se ha fortalecido. En ese mismo reporte se estima que el PIB estadounidense caerá 2.6 por ciento este año y que para el año 2010 registrará un incremento de 0.8 por ciento.
Estas son sin duda relativamente buenas noticias para nuestros vecinos del Norte, ¿Pero que es lo que pasa en México? ¿Qué podemos esperar que ocurra en nuestro país? Pues en contraste con lo que ocurre en la economía estadounidense (que dicho sea de paso fue el lugar donde se originó la crisis financiera mundial), en México el panorama es extremadamente complicado. El 30 de julio, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) previó que durante el segundo trimestre del año, el PIB habría caído aproximadamente 10.4 por ciento (hay que recordar que en el primer trimestre de este año caímos 8.2 por ciento). Cabe señalar que esta caída de 10.4 por ciento no es poca cosa, ya que es la mayor contracción económica en siete décadas.
Es cierto que en el segundo trimestre del año ocurrieron diversos factores muy negativos, como el brote de influenza y la continua debilidad de la demanda externa (que repercutió muy negativamente en nuestras exportaciones), pero independientemente de esto, la caída en el PIB nacional es terrible por lo que representa en términos de empleos, producción y riqueza perdidos.
Y es que no es para menos, al 30 de junio de este año el número de trabajadores afiliados al IMSS fue de 13 millones 793 mil 761 personas, esto es 596 mil 200 personas menos que hace un año e implica una contracción del empleo formal de de 4.1 por ciento en el año. En este sentido, es verdad que el gobierno federal ha señalado que la pérdida de empleos formales ha sido limitada en comparación con lo que se ha contraído la economía nacional. Sin embargo, si analizamos lo que ha pasado con el empleo en las manufacturas, la situación es realmente grave.
De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el personal ocupado en la industria manufacturera de transformación del país disminuyó 8.9 por ciento entre los meses de mayo de 2008 y el mismo mes de este año. Y en este sentido, el número de obreros registró una caída de 10.2 por ciento, mientras que el de los empleados administrativos se contrajo 5.5 por ciento en el mismo periodo. Con estos datos queda claro que el impacto de la contracción del PIB mexicano y de la pérdida de empleos ha recaído mayoritariamente en los que menos tienen.
Es importante señalar que la Tasa de Desocupación (TD) en México fue de 5.17 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA) en el pasado mes de junio, tasa muy superior al 3.55 por ciento observado en junio de 2008; sin embargo, muy por debajo del 9.5 por ciento de desempleo que reportan los Estados Unidos en el mismo mes. Estos datos pueden llevarnos a falsas interpretaciones, y pudiéramos pensar que en México tenemos una situación laboral mejor que la estadounidense. Y pues nada está más lejano de la realidad que dicha afirmación.
El problema de la economía mexicana es el enorme tamaño de su población “subocupada” (que en general son personas que manifiestan tener necesidad y disponibilidad para laborar más horas de las que su ocupación actual les permite), la cual ascendió en el segundo trimestre del año a 11.35 por ciento de la Población Ocupada (PO), lo que representa unos 4.9 millones de personas. Cabe señalar que este es el nivel más alto que se ha observado para este indicador desde que se comenzó a medir (en 1995 esta tasa alcanzó 8.79 por ciento). Por su parte, no esta por demás decir que de acuerdo con el INEGI, en México en la actualidad hay unas 16.4 millones de personas que trabajan en el sector informal de la economía, y esto (aunado al desempleo y subempleo) sin duda repercute negativamente en la debilidad fiscal de nuestro país.
Es por esta situación, que nos impide desarrollarnos plenamente, aunado al magro crecimiento de nuestro PIB, que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) acaba de publicar un reporte en el que señala que el crecimiento de la economía mexicana en los últimos 20 años ha sido “decepcionante” y afirmó que en nuestro país ha ocurrido un “fracaso industrial” y un “lento avance en los indicadores de bienestar de la población”. Este reporte además confirma que México será una de las naciones más golpeadas por la actual recesión mundial, y que la destrucción de empleos formales continuará hasta el año 2010 de manera que podríamos llegar a sufrir una tasa de desocupación de hasta 6.9 por ciento. En relación a esto, cabe destacar que el Banco de México acaba de pronosticar que este año se perderían una 735 mil plazas en el sector formal, cifra que representa el doble de lo que se creó en los dos primeros años de la presente administración.
Es por todo lo anterior que insistimos en que se requieren acciones prontas y decididas que estimulen la planta productiva nacional, así como al empleo. Cabe señalar que no basta con esperar que la economía mexicana se recupere cuando comience a crecer la de Estados Unidos, ya que esto nos llevaría nuevamente a niveles de crecimiento mediocres que no implican mejoría en el nivel de vida de los mexicanos. Por el contrario, lo que se requiere es un mayor gasto en infraestructura, menor gasto corriente (e improductivo), una verdadera reforma hacendaria, la reforma laboral y una verdadera reforma energética. El país requiere de elevar sus niveles de competitividad, si no logramos unja transformación de fondo, difícilmente podremos salir de la mediocridad en la que hemos caído.
Director General GAEAP*
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