Artículos editoriales

Fecha: 17/03/10

Sector exportador: “unos pasos pa´delante y otros tantos para atrás”

Alejandro Gómez Tamez*

El sector exportador mexicano sufre de gran incertidumbre por la enorme volatilidad en el mercado cambiario. Como veremos en este artículo, los escenarios para la planeación del precio de venta se dificultan porque así como ganamos competitividad, la perdemos en poco tiempo por los movimientos en el tipo de cambio.

Cabe señalar que la volatilidad registrada es alimentada por especuladores e inversiones golondrinas, quienes buscan los mayores rendimientos de cortísimo plazo para sus recursos financieros.  Y es que mientras que en Estados Unidos la tasa de referencia se ubica entre un 0 y un 0.25 por ciento anual, en México ésta es de 4.5 por ciento anual; es decir, 1 mil 700 por ciento más rendimiento que en el vecino del norte.

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Es lógico pensar que dada la gradual disminución del riesgo sistémico, y los diferenciales de tasas de interés entre países, los capitales internacionales busquen aquellos mercados que ofrecen los mejores rendimientos. Así, entran recursos financieros en estampida a las naciones fortaleciendo su moneda local, para que una vez que los inversionistas han saciado su apetito (o perciben un mayor riesgo) salgan corriendo a refugiarse en alguna de las divisas sólidas como el dólar o el euro, provocando con ello la depreciación de la moneda local.

Como se mencionó  líneas arriba, en México el diferencial de tasas de interés respecto a Estados Unidos es inmenso y esto ha alimentado la entrada masiva de dólares al país en la actualidad.

Así pues, podemos decir que el sector exportador anda como la canción que hiciera famosa Pedro Infante, esa que lleva por nombre "La Burrita" que en alguna de sus estrofas dice: "... Da unos pasos pa´delante y otros tantos para atrás". Y es que si bien éste obtiene un fuerte impulso con un tipo de cambio competitivo, ese apoyo resulta meramente coyuntural, lo que dificulta hacer negocios con el extranjero.

La volatilidad del tipo de cambio queda de manifiesto al analizar que el 6 de agosto de 2008 un dólar costaba $9.892 pesos, y para el 11 de marzo de 2009 la cotización ya estaba en $15.4789 pesos por dólar. Esto implicó una apreciación del dólar de 56.47 por ciento en tan sólo siete meses y un impulso a la competitividad de los productos mexicanos que se hicieron más baratos.

Después de haber alcanzado esa cotización máxima histórica el peso gradualmente ha venido recuperando terreno frente al dólar, y tenemos que ya para el 11 de marzo de 2010 un dólar costó  $12.5945 pesos.  Esto implica una depreciación del dólar frente a nuestra moneda de 18.63 por ciento, y la consecuente pérdida de competitividad por el encarecimiento de nuestros productos en términos del dólar.

Para la gran mayoría de consumidores mexicanos esto último son buenas noticias porque implica que los productos importados son más baratos. Por ejemplo, una televisión de $100 dólares, pasó de tener un precio en México de $1,547.89 pesos el 11 de marzo de 2009 a un precio de $1,259.45 pesos justo un año después.

Sin embargo, estos ajustes representan un duro golpe para los exportadores mexicanos. ¿A qué se debe esto? Imaginemos que un empresario mexicano hace una lista de precios para sus clientes extranjeros y dicha lista la hizo justo el 11 de marzo de 2009. Este empresario mexicano vende su producto en $100 pesos, por lo que puede vender su producto a sus clientes estadounidenses en $6.46 dólares, y eso es lo que plasma en su lista de precios.

Pues sucede que un año después, su producto en México ya lo vende en $105 pesos (por la inflación), pero en términos de dólares esta cantidad ahora representa $8.34 dólares. ¿Qué va a hacer el exportador si en su lista de precios él se comprometió a vender su producto en $6.46 dólares?

Pues desde luego que ya no puede sostener dicho precio a sus clientes estadounidenses y se ve forzado a elevarlo. Es posible que al mandar una nueva lista de precios en la cual avisa que su precio de venta pasa de $6.46 dólares a $8.34 dólares en tan sólo un año, vaya a perder varios de sus compradores.  Y como no va a ser así, si en un año este exportador elevó su precio de venta en 29.10 por ciento. 

Es importante hacer énfasis en que el problema no es simplemente el perder exportaciones o tener un déficit crónico en la balanza comercial por el exceso de importaciones subsidiadas a través de un dólar sobrevaluado. Aquí lo preocupante es la enorme cantidad de empleos que se cancelan en México producto de nuestras compras al exterior y nuestra enorme contribución a la creación de empleos en otras naciones.

Debemos exigirles a nuestras autoridades tener visión de largo plazo y eso implica apoyar decididamente al sector exportador con un tipo de cambio competitivo.  Seamos realistas, en lo que resta del sexenio no habrá reformas estructurales que hagan más competitiva la economía. Tampoco habrá disminución de los precios de los bienes y servicios administrados por el gobierno federal (tales como combustibles, energía, peaje de casetas, entre otros). Desde luego que es de esperarse que los avances en materia de desregulación y fomento a la competencia económica serán marginales. Así que, ante todo esto, la apuesta debe ser por un tipo de cambio competitivo, y eso implica que el dólar como mínimo esté por encima de los $13.10 pesos por unidad.

Así que al tener en la actualidad un dólar en $12.5945 pesos, tenemos un margen de sobrevaluación del peso de aproximadamente 4.0 por ciento, pero con una clara tendencia a seguir esta ruta de sobrevaluación en la media en que el precio del dólar baja nominalmente y la inflación en México continúa siendo más alta que en Estados Unidos.

La semana pasada aplaudíamos la decisión del Banco de México de cambiar su posición en el mercado cambiario de una vendedora a una compradora. Esta semana que concluye el Banxico anunció que compró $30 millones de dólares adicionales, lo cual sin duda es positivo. Sin embargo, ante la evolución del tipo de cambio es urgente que el Banxico aumente el volumen de compra de dólares en el mercado. O bien otra alternativa que podría resolver el problema del nacimiento de un nuevo “super peso” es que el gobierno federal emita unos $100 mil millones de pesos adicionales en deuda interna para cambiar estos recursos por unos $7 mil 900 millones de dólares. De esta manera se podría cancelar deuda externa por la misma cantidad y no aumentaría el saldo neto de la deuda total de gobierno federal, pero si generaría dos beneficios: 1) hace menos vulnerable las finanzas públicas ante la volatilidad del tipo de cambio y 2) provocará que el dólar se vaya para arriba, lo cual fomenta las exportaciones.

Es importante mencionar que el anunció que hicieron las autoridades nacionales de que hay interés en renovar la Línea de Crédito Flexible (LCF) con el Fondo Monetario Internacional (FMI), ha enviado al mercado una señal de que habrá fortaleza cambiaria en México y eso ha incentivado la entrada de mayores recursos financieros al país.

Así pues, el banco central debe actuar ya y evitar que el tipo de cambio fortalezca más al peso, ya que habrá efectos aun más negativos en la planta exportadora nacional con la consecuente pérdida de empleos en México. Ojala y Agustín Carstens no caiga en la misma tentación que su antecesor de querer controlar la inflación en base a la sobrevaluación del peso, ya que las consecuencias de esa medida fueron nefastas para la economía real en México. Será mejor que el banco central baje sus tasas de interés un cuarto o un medio punto porcentual más antes de que se descarrile la incipiente recuperación de las exportaciones nacionales.

Tal vez los políticos no se preocupen demasiado por estas cuestiones financieras el día de hoy, pero tal vez si lo hagan cuando el problema del desempleo en México termine de salirse de control con el consecuente costo social, económico y sobre todo: el deterioro en la seguridad pública.

 

Director General GAEAP*

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