Artículos editoriales |
Fecha: 26/11/09 |
El gran obstáculo para el desarrollo nacional Alejandro Gómez Tamez* Mucho se ha dicho acerca del potencial que tiene nuestro país para alcanzar tasas de crecimiento económico sostenidas por encima del 4 o 5 por ciento anual. Es verdad que de implementarse las reformas estructurales pendientes a México le iría mucho mejor. Si los empresarios nacionales pudieran invertir en la generación de electricidad y en refinerías, si el gobierno disminuyera su gasto corriente y elevara el de inversión, si tuviéramos un mercado laboral más flexible, entre otros tantos aspectos, nuestro país crecería sin duda a tasas más elevadas. Sin embargo, por más reformas estructurales de corte económico que realicemos, difícilmente podremos igualar el desempeño económico de naciones como Corea del Sur, la cual ha apostado fuerte desde hace varias décadas a la educación de toda su población. |
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Si en México no nos damos a la tarea de invertir fuerte en educación, y sobre todo la de corte tecnológico y superior, estaremos condenados a la mediocridad económica aunque se realicen las reformas estructurales arriba mencionadas. John Vaizey atribuye a la educación los tres siguientes papeles en materia económica: 1) suministrar la mano de obra calificada y los técnicos sin los cuales el capital físico sería desperdiciado; 2) crear un "clima de expansión": dar a la población la posibilidad de pensar más allá de sus necesidades y dificultades inmediatas; 3) en los países subdesarrollados, enseñar a los estratos económicos más pobres técnicas simples y elementales que les permitan obtener pequeños beneficios para crear la base de una acumulación de riqueza. Así pues, ante la importancia que reviste la formación académica para el desarrollo nacional, y dados los rezagos existentes en la materia, la educación debería haber sido para los diputados federales una prioridad en el recientemente aprobado Presupuesto de Egresos 2010; sin embargo, tenernos que lamentablemente con respecto al presupuesto de educación 2009, el del 2010 muestra solamente un incremento nominal de apenas 4.4 por ciento (tasa similar a la de inflación, por lo que en términos reales no hubo avance en esta materia). Y es que los rezagos de México en materia educativa son más que evidentes. Tenemos que de acuerdo al CIA World Factbook 2009, nuestro país ocupa la posición 49 en cuanto a lo que representa el gasto en educación respecto al Producto Interno Bruto nacional (5.5 por ciento). Esto nos ubica en niveles de gasto en este rubro similares a los de países como Hungría, Portugal, Polonia y Ghana. Por su parte, de acuerdo con estadísticas oficiales de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), tenemos el último lugar de este grupo de países en cuanto a la relación de número de alumnos por maestro en educación primaria y secundaria (con aproximadamente 30 alumnos por maestro en los dos niveles, siendo que el promedio de la OCDE es de 18 para la educación primaria y 14 para la secundaria). Por su parte, de acuerdo con el sitio www.nationmaster.com, de un total de 30 países, México ocupa la posición 27 en cuanto a la expectativa de duración en la escuela para todos los alumnos con 12.6 años. El promedio de este grupo de países es de 16.3 años y el primer lugar lo ocupa Australia con 20.7 años, seguido de Suecia con 20.2 años. De igual manera, en el mismo sitio web, cuya fuente en estos indicadores es la UNESCO, podemos apreciar que en el año 2002 México ocupa el lugar 70 en educación de nivel terciario (universidades, tecnológicos y politécnicos) per cápita, al tener solamente 22.4 alumnos en este nivel de educación por cada mil habitantes. Estamos pues en un nivel similar al de Macedonia y Algeria; mientras que en Corea del Sur hay 67.4 alumnos por cada mil habitantes en este indicador y por eso ocupa la segunda posición a nivel mundial. En México había en 2002 un total de 2 millones 236 mil 791 alumnos en este nivel, mientras que en Estados Unidos había en el mismo año 16.6 millones y en China 15.2 millones. Así, ante este panorama, necesitamos nuevamente cuestionar qué están haciendo las autoridades educativas federales y de los estados para crear un sistema educativo que forme individuos en un sentido favorable al desarrollo y la competitividad. ¿Realmente es la educación una prioridad para nuestro país? Además, hay que preguntar a los hacedores de las políticas industriales y económicas qué están haciendo para que el sistema económico pueda lograr un empleo eficaz y bien remunerado en función de las habilidades desarrolladas por el sistema educativo. Y es que hay que entender que la educación podrá tener un efecto positivo sobre el desarrollo económico, si la economía está estructurada de tal manera que pueda absorber las competencias creadas por el sistema educativo. A final de cuentas es una doble función y recae en la política de desarrollo económico nacional y de los estados. Pero para que esto funcione se requiere que se destinen recursos al sistema educativo, que éste no sea manejado por personas corruptas y que la política gubernamental este diseñada en función de las necesidades de las empresas del siglo XXI. México, al igual que muchas otras naciones asiáticas debe apostar al crecimiento basado en el conocimiento y las habilidades de sus habitantes; de lo contrario los motores del crecimiento nacional seguirán proviniendo de afuera y los empresarios seguirán teniendo dificultades para conseguir el personal necesario para que sus empresas crezcan. Además de que los salarios continuarán bajos (dado que el valor agregado del trabajador promedio será también bajo) y así el mercado interno difícilmente se recuperará.
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