Artículos editoriales

Fecha: 5/11/09

La lucha contra la inflación en México

Alejandro Gómez Tamez*

Es cierto que la inflación es un “impuesto” oculto, que es sumamente lesivo para la ciudadanía y en especial para los ciudadanos de ingresos medios y bajos.  Se dice que es un “impuesto” porque al igual que los impuestos tradicionales, disminuye el ingreso disponible o dicho de otro modo y resta capacidad de compra al poder adquisitivo.

En México hemos vivido casi cuarenta años con dicho mal, el cual ha provocado que en el periodo de  diciembre de 1970 a septiembre de 2009 la inflación haya sido de 563 mil 978 por ciento. Si usted no cree que este dato sea verdad, no se olvide que ya le quitamos tres ceros a la moneda, lo que implica entonces que algo que costaba $100 pesos en 1970 ahora cuesta en promedio casi $564 pesos (nuevos pesos o bien $563 mil 978 viejos pesos para ser exactos).

 

 

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Si queremos analizar los periodos en los que hemos estado peor en este indicador, tenemos que durante el sexenio de Luis Echeverría Álvarez los precios aumentaron 125.9 por ciento, en el de José López Portillo la inflación ascendió a 417.7 por ciento, en el de Miguel de la Madrid Hurtado los precios subieron 4 ml 30.7 por ciento, en el de Carlos Salinas de Gortari los precios aumentaron 142 por ciento, en el de Ernesto Zedillo Ponce de León crecieron 225.3 por ciento, en el de Vicente Fox se incrementaron 30.4 por ciento, y en lo que va del sexenio de Felipe Calderón Hinojosa los precios han subido 13.73 por ciento.

Al analizar la evolución de nuestro poder adquisitivo,  queda claro que el poder de compra de un salario mínimo ha sido severamente erosionado desde 1970 porque los precios han crecido más que los salarios.  De acuerdo a datos disponibles oficiales del Servicio de Administración Tributaria, el salario mínimo en la Zona A en enero de 1982 era de $280 pesos diarios, mientras que en la actualidad es de $52.59 pesos (nuevos pesos o bien $52,590 pesos viejos). Esto quiere decir que en estos 27 años el salario mínimo creció nominalmente 18 mil 682 por ciento, pero el problema es que en el mismo periodo los precios aumentaron 86 mil 565 por ciento. ¡Esto implica que en el periodo en cuestión el poder adquisitivo del salario mínimo cayó 78.32 por ciento!

Esto quiere decir que los salarios mínimos de 1982 servían para comprar poco más de cuatro veces más productos de los que compran ahora en día.  Es como si el salario mínimo actual fuera de aproximadamente $242 pesos diarios o bien unos 7 mil 277 pesos al mes.

Es por eso que un trabajador que en los años setentas y principios de los ochentas ganaba el salario mínimo podía dar los pagos para adquirir una vivienda, y después de algún tiempo también podía comprarse su automóvil. 

Ahora en día, todos sabemos que el salario mínimo no sirve ni siquiera para comprar la canasta básica, ya que ésta cuesta más de tres salarios mínimos diarios.   

Así pues, vemos que la inflación nos ha carcomido el poder de compra y nos ha empobrecido. ¿Pero a qué se debe la inflación en un país? Podría preguntarse cualquier persona. En este sentido, existen básicamente tres escuelas de pensamiento que tratan de responder a esta pregunta: la estructuralista, la monetaria y la de “lucha por el ingreso nacional”. 

La estructuralista trata de explicar la inflación como un exceso de demanda agregada en relación a la producción u oferta agregada.  Es decir, la ciudadanía, las empresas y el gobierno demandan bienes por encima de lo que se producen nacionalmente y eso provoca la inflación.  Ante esta situación, lo que se propone para controlar la inflación es el aumento de impuestos que disminuya el ingreso disponible de empresas y hogares y la disminución del gasto público.

Esto es, la inflación se debe a que hay sectores de la economía que no tienen capacidad de incrementar su producción tan rápidamente porque hay un exceso de regulación, faltan carreteras, aeropuertos, insumos naturales o físicos, recursos humanos, capital físico, etc.

La escuela de pensamiento monetarista propone que la inflación es producto de un exceso de dinero en relación a la producción que se logra en un país.   La postura de esta escuela puede explicarse a través de la ecuación cuantitativa del dinero, la cual establece que M*V = P*Q, donde M es la base monetaria, V es la velocidad del dinero (cuantas veces en promedio es utilizado el mismo billete o moneda en un año), P son los precios de los bienes y Q es la producción.  De esta forma, la ecuación dice que la cantidad de dinero en circulación u oferta monetaria debe ser igual al valor total de la producción (PIB nacional).

De esta forma, sí aumenta M (la base monetaria), lo que se puede esperar es que aumente P (los precios), ya que la producción (Q) no puede incrementarse tan rápidamente.  Así pues, todos los movimientos de alza en precios son atribuibles a un aumento de la base monetaria, por lo que la receta contra la inflación es la restricción del circulante, justo lo que durante mucho tiempo ha hecho el Banco de México.

La tercera escuela de pensamiento, la de “lucha por el ingreso nacional”, nos dice que la inflación se debe a que nadie quiere sacrificar sus ingresos o riqueza, lo que genera un círculo vicioso inflacionario muy difícil de detener. 

Este argumento se refiere a que si un dueño de una fábrica se ve afectado porque el gobierno le aumentó los impuestos o las tarifas electricidad, él en lugar de absorber el costo sacrificando utilidades lo que tratará de hacer es aumentar los precios de los productos que fabrica.  A su vez, el consumidor (quién también es un trabajador) demandará un aumento de sueldo porque ya su salario no le alcanza para comprar los bienes que subieron de precio.  Sí el gobierno decreta un aumento salarial para satisfacer las necesidades de los trabajadores, encarecerá los costos de producción del empresario y éste volverá a aumentar los precios porque no estará dispuesto a sacrificar sus utilidades.  Así, es la historia de nunca acabar, donde trabajadores, empresarios y gobierno tienen una parte del pastel (riqueza nacional) y no están dispuestos a perderla lo que genera alzas de precios.

En México considero que los problemas inflacionarios se deben a problemas estructurales (tenemos una economía poco flexible) y a que hay una verdadera lucha por el ingreso nacional.

Nuestro país ha hecho un enorme esfuerzo por disminuir la inflación a partir de que el Banco de México logró su autonomía en 1993.  El esfuerzo no ha sido únicamente de los funcionarios del Banxico, quienes simplemente están haciendo su trabajo y son remunerados por ello.  El esfuerzo es de todos nosotros que hemos sufrido largos periodos de falta de liquidez en la economía (recuérdese los famosos “cortos”). O sea que el ver la inflación en México como producto de un exceso de oferta monetaria no creo que sea lo más acertado.

¿Y porqué hemos pagando un costo tan alto en la lucha contra la inflación? Porque nuestro gobierno federal actual, igual que el anterior, no se ha dado a la tarea de corregir los problemas estructurales de la economía (no combate monopolios ni oligopolios, no desregula, no hace que la economía sea más competitiva, etc.), aumenta impuestos, aumenta los precios de los bienes suministrados por el Estado; además de que la estrategia durante mucho tiempo ha consistido de enfrentar el problema inflacionario con medidas de restricción monetaria y atando la paridad peso-dólar.

Y lo que es peor, los gobernantes no se han dado a la tarea de generar un proyecto de desarrollo nacional que nos lleve a un crecimiento sostenido.  Parece que estamos condenados a tener crecimientos anuales de cuando mucho 3 por ciento del PIB, ya que de otra forma se genera inflación, a lo que la autoridad responde con restricción monetaria (así ha pasado varias veces en el pasado), y como siempre los que  pagamos los costos de la falta de solución a los problemas estructurales somos todos nosotros.

Director General GAEAP*

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