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Fecha: 3/09/10

País rico en recursos naturales... País en pobreza

 

Alejandro Gómez Tamez*

No es necesario decir que México es un país inmensamente rico en recursos naturales. Todos los sabemos y nos lo han dicho desde pequeños. Nos hablan de sus bosques, sus selvas, su fauna, minerales, climas, y demás elementos que nos ubican en los primeros lugares a nivel mundial. Se nos ha dicho hasta el cansancio que Japón sin contar con tantos recursos naturales ha hecho maravillas; y sin embargo, vemos la cruda realidad de México: ¡somos un país en pobreza!

 

¿Y cómo no va a ser así? Se supone que mucha de la gente que se encuentra en situación de pobreza es porque no tiene empleo, por lo que podemos entonces intuir que la mejor medida para  paliar la pobreza es a través de la creación de empleos.  Lamentablemente en este rubro nuestro país está más que reprobado, y eso se demuestra con cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo aplicada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), las cuales dan cuenta de que en México había al mes de julio unos 2 millones 685 mil desempleados. Esto es el 5.7 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA), la cual ascendió en dicho mes a 47 millones 138 mil personas.

 

El problema del desempleo efectivamente es heredado, pero también es cierto que se ha agudizado en el presente sexenio. De acuerdo al INEGI, tan sólo en lo que va de la actual Administración, la desocupación se ha incrementado 67.8 por ciento, en tanto que la ocupación (formal e informal) solamente ha crecido 3.7 por ciento. Esto implica que en términos absolutos, la PEA aumentó en 2.7 millones de personas, de las cuales 1.6 millones encontró algún tipo de ocupación, mientras casi 1.1 millones han quedado desempleadas.

 

Hay otro punto que es medular: por lo general los empleos en la economía informal son más bajos que los formales, además de que los primeros no cuentan con las prestaciones de ley. Así, podemos afirmar que un país que tiene a una parte importante de su población laborando en el sector informal será un país pobre. En México lamentablemente esa también es parte de nuestra realidad, ya que de acuerdo con cifras oficiales a nivel nacional hay aproximadamente 12 millones 800 mil personas laborando en la economía informal, quienes representan el 28.8 por ciento de la población ocupada total.

 

Así, es evidente que el elevado número de desempleados más los millones que están en la informalidad ocasionan debilidad del mercado interno y dificultades para salir de la pobreza. Lo peor es que en esta variable la perspectiva es de que las cosas seguirán empeorando. Como ejemplo tenemos lo dicho por José Luis de la Cruz, del Centro de Investigación en Economía y Negocios del Tecnológico de Monterrey, quién recién advirtió que el número de pobres en México aumentará en otros 6.8 millones de personas más de diciembre de 2008 a 2011.

 

Ante este panorama, debemos preguntarnos ¿qué es lo que estamos haciendo mal? Sin duda son muchas cosas: podemos hablar de la política monetaria, el nivel de tipo de cambio, la falta de una política económica que fortalezca cadenas productivas, entre muchas otras cosas más. Sin embargo, en este editorial trataré de centrarme una vez más en la falta de reformas estructurales y tocar de nueva cuenta el aspecto fiscal.

 

Queda claro que en una democracia son varios los actores que toman decisiones. Sin duda debemos partir del principio de que hay representantes populares que deberían ver por los intereses de la nación, y a ellos en nuestro país se les llama diputados y senadores. Es verdad que el Ejecutivo tiene la faculta de enviar iniciativas de ley al Congreso para que estas sean aprobadas en los términos que fueron enviadas, modificadas, o de plano sean enviadas a la “congeladora” legislativa.

 

En México lo ocurrido en los pasados dos sexenios es una clara muestra de que las cosas no están funcionando bien porque no hemos tenido ni una sola verdadera reforma estructural (o de fondo) que venga a transformar la manera en que funciona el país. Y al respecto se ha dicho hasta el cansancio, hasta por parte de los propios legisladores: sin reformas estructurales este país está condenado a la mediocridad económica en el mejor de los casos.

 

Así, la falta de reformas se convierte en uno de los grandes problemas nacionales que ocasiona que no seamos capaces de crear los suficientes empleos bien remunerados, y que por consiguiente padezcamos un mercado interno débil y una creciente pobreza.

 

E insisto, no es que lo diga su servidor en exclusiva, lo dice toda la gente que está preocupada por el país: sin reformas no habrá progreso. En este sentido la propia calificadora Moody´s se muestra pesimista y ya nos sentenció al señalar que la economía nacional se mantendrá estancada en los siguientes años, derivado de la ausencia de reformas y por la dependencia de Estados Unidos.  La calificadora advierte además que si a eso le sumamos el factor inseguridad, las cosas se complican aún más, ya que está ha causado un impacto negativo en el desempeño de la actividad productiva. Finalmente Moody´s advierte lamentablemente que “…para el resto del sexenio no vemos que vayan a realizarse reformas económicas de fondo, que valgan la pena por el impacto que tienen en el crecimiento… la agenda de discusión se va a politizar (por la cercanía de las elecciones federales, a mediados de 2012)”.

 

Esto implica pues que este país rico en recursos seguirá siendo una fábrica de pobres. El Ejecutivo y el Legislativo no han querido siquiera atender un tema que es fundamental: el de la reforma hacendaria. Las finanzas públicas se hunden, nadie quiere absorber los costos de elevar la recaudación por parte de los que no están pagando impuestos en la actualidad y lo que es peor: lo que se recauda no se gasta correctamente.

 

En este sentido es más que deplorable el hecho de que el año pasado, justo cuando atravesábamos la  peor crisis económica de los últimos 75 años, el gobierno (con el aval del Congreso) aumentó los impuestos para destinar la mayor parte del presupuesto a gasto corriente, y no incrementó las inversiones en infraestructura, rubro que hubiera tenido mayor impacto en la economía. Ah, y eso no es todo, todavía salieron los funcionarios de Hacienda y economía a decirnos que pagar más impuestos fortalecía a México y a la creación de empleos. Obviamente al hacer eso corroboraron que para ellos no somos más que unos tontos a quienes piensan que pueden engañar porque hacen lo que quieren y siempre nos quedamos con los brazos cruzados.

 

Así, la premisa debe ser que si México quiere progresar debe atender el problema fiscal (recaudar de quienes no lo hace y aprender a gastar bien el dinero).  De nueva cuenta, no es su servidor quien lo dice en exclusiva, sino que es un clamor empresarial. Como ejemplo podemos mencionar que el presidente ejecutivo de la Asociación de Banqueros de México (ABM), Luis Robles Miaja, recién se pronunció diciendo que la falta de acuerdos políticos para concretar una reforma fiscal integral que libere a la economía de su dependencia de los ingresos petroleros mantiene al sector privado “con el Jesús en la boca”, además de que es la causa principal de un retroceso en las inversiones productivas y de que el consumo en el país se haya frenado.

 

En este sentido, ya es hora pues de que los legisladores y el Ejecutivo asuman verdaderamente su responsabilidad y entiendan que los problemas nacionales en el aspecto fiscal son más que graves. Las finanzas públicas nuevamente muestran déficits crónicos y la deuda pública no deja de crecer. En relación al primer punto, de acuerdo a la Secretaría de hacienda, México registró en julio un déficit en sus finanzas públicas de 49 mil 906 millones de pesos, con lo cual el déficit fiscal acumulado en los primeros siete meses de este año sumó 151 mil 617 millones de pesos.

 

¿Cuál es el resultado de esto? Pues de entrada podemos mencionar que el sector público mexicano se endeudó con el equivalente a más de mil millones de pesos diarios para “completar sus ingresos” en los primeros siete meses del año.  Esto ocasionó que la deuda externa del sector público se incrementara en 5 mil 924 millones de dólares entre enero y julio del año en curso, hasta ascender a 97 mil 645.6 millones de dólares. Por su parte, la deuda interna del sector público se elevó a 2 billones 739 mil millones de pesos al término de julio pasado, un saldo superior en casi 145 mil millones al registrado al finalizar 2009. Esto implicó un aumento en la deuda interna gubernamental de 690 millones de pesos en promedio diario.

 

Todo lo anterior muestra que las cosas no marchan bien y tanto empresarios, como inversionistas, se dan cuenta de ello. Esa es la razón por la que en este sexenio han salido siete veces más capitales de México que en el sexenio de Vicente Fox Quesada. Para sustentar lo anterior, podemos mencionar que en una nota publicada por La Jornada el pasado 26 de agosto se da cuenta de que desde el comienzo de la presente Administración Federal, y hasta el pasado mes de junio, empresarios y particulares mexicanos transfirieron recursos al exterior por 51 mil 364 millones de dólares.  De acuerdo a la nota, la fuente de estos datos es el Banco de México, y dichas transferencias fueron a parar a cuentas bancarias o se utilizaron en emprender negocios fuera del territorio nacional.

 

Al escribir sobre estos temas, hay amigos que me preguntan ¿Por qué sucede todo esto a nuestro país? La historia reciente nos muestra que ha habido errores del Ejecutivo, pero también es verdad que hay fuerzas políticas en el Congreso de la Unión que en los hechos apuestan al fracaso del Presidente en aras de reivindicarse con la opinión pública y el electorado. Haciendo un poco de historia: se dice que Carlos Salinas de Gortari fue un “gran transformador” de México, pues claro que si lo fue y lo pudo hacer gracias a que en aquel entonces el Presidente contaba con un Congreso “a modo” en el que su partido tenía la mayoría. Desde 1997 ningún presidente ha tenido mayoría en el Congreso y en México dejó de haber reformas estructurales. Así, lo que ha pasado con Fox y con Calderón es que toda reforma importante que ha sido planteada ha sido bloqueada una y otra vez por la oposición en el Congreso.

 

Es claro que las cosas en México marchan mal, y es más que evidente que marchan mal porque todos los demás países se modernizan y cambian sus estructuras, mientras que en México seguimos con las mismas estructuras económicas y políticas arcaicas. En México no hay un Ejecutivo lo suficientemente inteligente, y tampoco hay una oposición responsable en el Congreso. ¿Cuál es el resultado? Una nación rica en recursos, pero con una población creciente de pobres. 

 

Por último, quisiera ejemplificar una vez más lo que sucede cuando un país no implementa reformas a tiempo. Para muchos resultó un verdadero shock cuando se anunció que México comenzará a importar petróleo ligero (el pasado 30 de agosto el director de Pemex, Juan José Suárez Coppel anunció que se estarían importando unos 40 mil barriles diarios para alimentar las refinerías de Madero, Tamaulipas y Salina Cruz, con el fin de obtener una mayor oferta de combustibles en el país).

 

No se necesita ser genio para asegurar que si se hubiese dado la reforma energética inicialmente planteada por el Presidente Zedillo, o la que un par de años después propuso Vicente Fox, o la que recientemente propuso Felipe calderón, México no se vería en esta triste realidad: importando petróleo.

 

Así, pues el objetivo de este editorial es el despertar la conciencia de los miembros del Congreso de la Unión y exhortarlos a actuar con responsabilidad a favor de México y los mexicanos. Está arrancando el Segundo Año de Actividades de la presente Legislatura y están muy a tiempo de agregar a la agenda del Congreso los temas que pueden hacer que México revierta la situación de pobreza en la que se encuentra estancado. También están a tiempo de hacer las cosas bien en relación al Paquete Fiscal 2011. Todo sea por nuestra Nación… ojala y se dejen de lado ahora sí las cuestiones político-partidistas, dejen de centrar la mirada en las elecciones de 2012 y mejor se preocupen por crear las condiciones para que los dos millones y medio de desempleados puedan encontrar una ocupación.

 

Director General GAEAP*

 

 

 

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