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Reporte del Economist Intelligence Unit publicado por el periódico La Jornada el 12 de noviembre de 2013: Rusia: encrucijada energética
Rusia es el mayor productor y exportador mundial de hidrocarburos, así como gran exportador de tecnología de energía nuclear. La energía ha sido motor del crecimiento desde 1998, así como un recurso vital en la lucha por el control político del país. En la industria petrolera, la empresa estatal Rosneft es la fuerza dominante, y otras firmas importantes están en manos confiables. La producción en los tres años pasados se ha incrementado gradualmente, ante expectativas de estancamiento o leve declinación. Se ha avanzado un tanto en desarrollar nuevas provincias petroleras más allá de Siberia occidental, la cuenca del Volga y los Urales; de hecho, casi todo el crecimiento de producción de los años anteriores procede de Siberia oriental, el Lejano Oriente ruso y las costas. Además, en agudo contraste con el panorama de hace diez años, hoy el país cuenta con una considerable capacidad suplementaria en su infraestructura de exportación petrolera.
La situación en la industria del gas es un tanto diferente. Aunque la empresa estatal Gazprom ha puesto en operación dos campos importantes en los 15 años pasados, la producción no ha aumentado. Ha habido cierta expansión en la infraestructura de exportación de gas, pero no se han abierto nuevos mercados.
Mirando hacia la próxima década se observan ciertas tendencias que probablemente den nueva forma al sector. El cambio, en la distribución geográfica de la producción petrolera ayudará a reubicar las exportaciones rusas del occidente al oriente, donde China surge como destino principal. Antes de 2010 las ventas a China eran insignificantes; a partir de mediados de 2012 rebasaron los 300 mil barriles por día (b/d) y con los nuevos contratos firmados es probable que alcancen 600 mil b/d hacia el final de la década. Si se mantiene esta tendencia, China representará 12 por ciento de las exportaciones totales, y la participación total de Asia llegará a 20 por ciento.
El desarrollo de la red de oleoductos ha facilitado este cambio, pero también da considerable flexibilidad a Rusia, que estará en posición de redirigir una creciente proporción de los puertos europeos hacia países asiáticos, o servir de punto importante de exportaciones para las crecientes entregas de crudo del centro de Asia a los mercados mundiales.
En el caso del gas, es probable que el monopolio de Gazprom sobre la producción y las exportaciones se debilite. Ya el gobierno ha comprometido apoyo a productores independientes para desarrollar nuevos depósitos, lo cual ayudará también a diversificar la producción, que hasta ahora ha estado dominada por Siberia occidental. Gazprom seguirá siendo la principal exportadora y tal vez la única proveedora rusa a la Unión Europea, pero su modelo de negocio –vender gas a largo plazo, antes de producirlo, en contratos indexados al precio del petróleo– tal vez no sobreviva al escrutinio de la Comisión Europea, combinado con las crecientes entregas de gas natural licuado a Europa y el desarrollo de un comercio más basado en centros de distribución.
La industria nuclear rusa parece destinada a salir beneficiada dentro y fuera del país. A mediados de 2013, la empresa estatal Rosatom construía 28 de los 68 reactores nucleares que se levantaban en el mundo, lo cual la convierte en la principal participante en ese mercado. Su atractivo como proveedora de estados con poca infraestructura y experiencia en el ramo radica en que ofrece reactores baratos, pero modernos y seguros. Rusia también es el único proveedor nuclear dispuesto a recibir combustible usado de sus clientes. Aunque las perspectivas de la energía nuclear en Europa y Japón sufrieron un golpe con el desastre de Fukushima, existe considerable interés en esta fuente en Medio Oriente y en el este, sureste y sur de Asia. Una combinación de factores –creciente demanda de energía, necesidad de reducir emisiones contaminantes y mejorar la calidad del aire, preocupaciones por la disponibilidad limitada de hidrocarburos, deseo de los productores de reducir el consumo doméstico para ampliar exportaciones, y la intención de los estados en desarrollo de adquirir una base científica e industrial de alta tecnología– probablemente sostengan la demanda de energía nuclear. El mercado interno también tiene considerable potencial: la estrategia energética más reciente se enfoca en incrementar la proporción de la energía nuclear en la mezcla energética interna del 16 por ciento actual a 30 por ciento en 2030.
Junto con las tendencias observables, algunos sucesos tienen el potencial de ejercer una influencia importante en el sector energético ruso en la próxima década. El más prominente es el desarrollo de técnicas no convencionales para la extracción de petróleo y gas, como la fractura hidráulica y la perforación horizontal. Esta revolución ha llevado a Estados Unidos de depender de las importaciones de gas a una abundancia interna, lo cual podría tener un efecto igualmente profundo en la producción petrolera. La principal pregunta para los sectores energéticos mundiales y rusos es hasta dónde llegará esta revolución.
Para Rusia, que posee algunas de las reservas no convencionales más grandes del planeta, el desarrollo de estos depósitos podría asegurar que no haya un descenso en la producción en los próximos 10-20 años, mientras la producción de Siberia occidental decrece y los nuevos campos en el Ártico comienzan a rendir como se espera. Pero si la producción de gas sigue creciendo en Estados Unidos, y si se desarrolla gas no convencional en otros territorios, como Argentina, el resultado podría ser un exceso de oferta de GNL a los mercados mundiales en 10-20 años, lo cual reduciría el poder de Rusia para fijar precios y su participación de mercado en Europa y Asia. Además, si China logra desarrollar sus enormes reservas no convencionales, podría arruinar los planes de Gazprom de forjarse un mercado en el noreste de Asia que igualara el actual en Europa. También tendría implicaciones para la relación Rusia-China, en la cual el Kremlin tiene esperanzas de que el desarrollo de nuevas reservas energéticas corrija su desequilibro comercial y le dé nueva influencia sobre la próxima superpotencia mundial.
Un segundo grupo de riesgos potenciales radica en la reducción del consumo de energía y las fuentes alternativas, y un tercero se refiere a la política arancelaria rusa con respecto al gas y la energía eléctrica. En años recientes el gobierno ha suspendido planes de elevar aranceles, pero es probable que dé pasos cautelosos para aumentarlos si la economía continúa su trayectoria de bajo crecimiento. Sin embargo, alto crecimiento y baja inflación, o bajo crecimiento y recesión, podrían provocar políticas más radicales. El resultado probable serían más inversiones en el sector y menos consumo, en respuesta a precios más altos y perspectivas de mayores rendimientos.
El espectro que acosa al Kremlin es que los precios del petróleo caigan por debajo de 60 dólares por barril, como tendencia secular y no como fenómeno cíclico. En tal caso, el presupuesto será empujado al déficit y la economía a la recesión. De la misma forma, un precio de 150 dólares por barril podría desencadenar una nueva ola de exploración y producción en el mundo, más cambios en el consumo, todo lo cual tendría un impacto igualmente ruinoso en Rusia una década después. Traducción de textos: Jorge Anaya Derechos: Economist Intelligence Unit en asociación con INFOESTRATÉGICA www.infoestrategica.com
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